El análisis del suelo es vital para conocer la estructura física y composición química, incluyendo los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio, que son esenciales para el desarrollo de las plantas. Un desequilibrio de estos nutrientes puede afectar tanto el tamaño como la calidad del fruto, así como su resistencia a enfermedades y plagas. Además, el pH del suelo debe ser monitoreado para evitar que sea demasiado ácido o alcalino, lo que podría inhibir la absorción de nutrientes.

El análisis foliar permite obtener una visión detallada del estado nutricional de la planta en tiempo real. Este análisis no solo detecta deficiencias de nutrientes como el magnesio, calcio, y hierro, sino que también permite ajustes precisos de fertilización durante las etapas críticas del crecimiento. Corregir estas deficiencias a tiempo mejora la salud de la planta y garantiza que los frutos crezcan uniformemente, manteniendo la calidad deseada.

El agua utilizada para el riego puede contener sales, minerales o contaminantes que, si no se controlan, pueden perjudicar la producción. A través del análisis del agua, se pueden detectar concentraciones elevadas de sodio o cloruros, que pueden generar problemas de salinidad en el suelo. Esto es crucial en áreas donde el riego es constante, ya que mantener la calidad del agua permite asegurar el crecimiento adecuado y la consistencia del fruto.

En este parámetro se analizan aspectos como la firmeza, el color y el tamaño del chile. Un fruto de buena calidad debe tener una textura firme, una piel lisa y un color verde brillante, o rojo cuando está maduro. La evaluación de estos parámetros asegura que el chile cumple con los estándares comerciales. Además, se mide el contenido de vitamina C, azúcar y otros compuestos que influyen en el sabor y valor nutritivo del fruto.