Las plagas pueden dejar señales visibles en las plantas, como hojas mordidas, manchas en las hojas, o deformaciones en el crecimiento. También puedes observar insectos pequeños, como pulgones, ácaros o moscas blancas en las plantas. Si las plantas muestran signos de debilidad o decoloración, es importante realizar un análisis en el laboratorio para identificar la plaga exacta.

Las enfermedades fúngicas, como el mildiu o la roya, afectan las plantas de diversas maneras, incluyendo la reducción del crecimiento, la decoloración de las hojas, y la pérdida de producción. Estas enfermedades se propagan rápidamente en condiciones de humedad y pueden causar pérdidas significativas si no se controlan adecuadamente. Los análisis de suelo y foliares en el laboratorio pueden ayudar a determinar la presencia de estas infecciones y recomendar tratamientos específicos.

El control integrado de plagas (CIP) es una estrategia efectiva que utiliza métodos biológicos, culturales, físicos y químicos de manera combinada. Se recomienda el uso de depredadores naturales, como mariquitas para controlar pulgones, o la rotación de cultivos para prevenir la proliferación de plagas. Además, el uso prudente de productos químicos de bajo impacto, como pesticidas orgánicos, puede ser una opción, siempre con la orientación de análisis previos en el laboratorio para evitar daños al ecosistema.

Las enfermedades bacterianas suelen mostrar síntomas como manchas acuosas o necróticas en las hojas, amarilleo de las hojas, o incluso la aparición de pudrición en las raíces. Estas enfermedades pueden ser difíciles de tratar, por lo que el diagnóstico precoz mediante análisis de muestras de plantas es crucial para elegir el tratamiento adecuado y prevenir su propagación.

La prevención es clave para mantener la salud de los cultivos. Es importante realizar prácticas agrícolas adecuadas como la limpieza de equipos y herramientas, la rotación de cultivos, y la eliminación de restos de plantas afectadas. El análisis de suelos y aguas también puede ayudar a identificar posibles deficiencias nutricionales que debiliten las plantas y las hagan más susceptibles a plagas y enfermedades. Además, realizar monitoreos periódicos puede ayudar a detectar problemas antes de que se conviertan en amenazas mayores.